martes, 18 de enero de 2011

¡ Respirando aire de verdad !


A pesar de que gracias a la ley en contra del tabaco las alfombras de alquitrán están desapareciendo en Madrid, he logrado recordar lo que olía un pino…

Cansada un poco del mundanal ruido y  de la rutina continua, decidí coger el primer  tren a la sierra madrileña y empezar a descubrir pueblos que no sabían que estaban en el mapa.

Junto a mi ipod, mi cámara  y mis botas para el combate,  empezó mi mini aventura sabatina.


Mientras “Barbará Streisand” entraba en mis oídos, admiraba los disfraces que las madres españolas ponen a sus hijos para que estén preparados para la nieve, algo que  despertaba mi lado más maternal, bien  escondido  que lo tenía.

En el tren que sube a la montaña, me topé con un grupo de señores muy singulares, sus canitas delataban que eran hombres con experiencia en el mundo de las aventuras, equipados hasta los  tobillos, narraban todas las  actividades de riesgo que iban a realizar,  y yo con mis veintitantos años, solo podía pensar en mi máxima aventura que era haber estado en la  primera fila de un concierto. 

Despertó en mi ese sentido de la aventura y el vértigo se apoderaba de mi, pero recordaba las noticia diarias cuando encuentran a mujeres descuartizadas en el bosque, o  recordaba que si estuviera en Ecuador, seguro estos serian maleantes, pero  estoy en Europa, aquí solo ponen  bombas, así que me acerqué a uno de ellos y saqué mi lado más relacionista público y empecé entablar conversación.

Para no alargarles la historia, después de una hora, ya estaba yo, en medio de la “selva” madrileña, rodeada de pinos, riachuelos, ardillas, y de un  grupo de 6 expertos alpinistas, haciendo por primera vez senderismo.

Cuatro horas de caminata, en donde me di cuenta que hay muchas actividades que me  falta por hacer antes de retirarme del mundo hippie, alpinismos, acampar, buceo, recorrer cuevas, y muchas actividades con las cuales podría hacer feliz a mi lente óptico.
 


Llegamos a la punta de la montaña, llegamos a la nieve, una sensación maravillosa, una  vista espectacular, el sonido del silencio, del  viento, una maravilla, quería imitar a las películas cuando en la punta de la montaña gritas con todas tus fuerzas, pero mantuve la cordura, para no asustar a mis guías.  




Como primeriza en esto, creo que  tuve un 8/10, mis “amigos” continuaban su camino en búsqueda de unas  cuevas escondidas, por mi parte me  acosté en la tierra y me quedé pensando, cosa que pensaba que hacia seguido, un  buen  tiempo,  y regresé como pude, siguiendo los pedacitos de pan que dejé para no perderme. 



El recordar que viajar con mi “ello, yo, y superyó” es sumamente divertido y que funciona de terapia para autoevaluar como está encaminada mi vida , el saber que aún faltan muchas cosas por vivir, y el recordar que existe un mundo amplio afueras de las  4 paredes de la oficina, fue el resultado de mi aventura ibérica.

continuará...